Revolución francesa
Revolución francesa | |
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Toma de la Bastilla, 14 de julio de 1789. |
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Contexto del acontecimiento | |
Impulsores | Sociedad de Francia |
Gobierno previo | |
Gobernante | Luis XVI de Francia |
Forma de gobierno | Antiguo Régimen, Monarquía absoluta |
Gobierno resultante | |
Forma de gobierno | Asamblea Nacional Constituyente |
La Revolución francesa fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien la organización política de Francia osciló entre república, imperio y monarquía constitucional durante 71 años después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del absolutismo y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía,
y en algunas ocasiones las masas populares, se convirtieron en la
fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del
sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida
en que lo derrocó con un discurso capaz de volverlo ilegítimo.
Causas
En términos generales fueron varios los factores que influyeron en la
Revolución: un régimen monárquico que sucumbiría ante su propia rigidez
en el contexto de un mundo cambiante; el surgimiento de una clase burguesa
que nació siglos atrás y que había alcanzado un gran poder en el
terreno económico y que ahora empezaba a propugnar el político; el
descontento de las clases populares; la expansión de las nuevas ideas
ilustradas; la crisis económica que imperó en Francia tras las malas
cosechas agrícolas y los graves problemas hacendísticos causados por el
apoyo militar a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
Esta intervención militar se convertiría en arma de doble filo, pues,
pese a ganar Francia la guerra contra Gran Bretaña y resarcirse así de
la anterior derrota en la Guerra de los Siete Años,
la hacienda quedó en bancarrota y con una importante deuda externa. Los
problemas fiscales de la monarquía, junto al ejemplo de democracia del nuevo Estado emancipado precipitaron los acontecimientos.
Desde el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las expuestas por Voltaire, Rousseau o Montesquieu (como por ejemplo, los conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad, o de rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio de las instituciones del Antiguo Régimen, ayudando a su desplome.
Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del Estado fue exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los estamentos privilegiados, nobleza y clero
no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la
sociedad. Hubo un aumento de los gastos del Estado simultáneo a un
descenso de la producción agraria de terratenientes y campesinos, lo que
produjo una grave escasez de alimentos en los meses precedentes a la
Revolución. Las tensiones, tanto sociales como políticas, mucho tiempo
contenidas, se desataron en una gran crisis económica a consecuencia de
los dos hechos puntuales señalados: la colaboración interesada de
Francia con la causa de la independencia estadounidense (que ocasionó un
gigantesco déficit fiscal) y el aumento de los precios agrícolas.
El conjunto de la población mostraba un resentimiento generalizado
dirigido hacia los privilegios de los nobles y del alto clero, que
mantenían su dominio sobre la vida pública impidiendo que accediera a
ella una pujante clase profesional y comerciante. El ejemplo del proceso
revolucionario estadounidense abrió los horizontes de cambio político
entre otros.
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